No vale la pena un título

¿Será que la depresión es la más fiel de mis amigas? Pareciera que me acompaña cada tercer día, o quizá siempre está ahí solo que a veces no la reconozco, por las tardes me susurra cosas al oído y entablamos diálogos increíblemente largos en los que finalmente reímos aunque no lleguemos a acuerdo alguno.

Hace un par de meses que venimos discutiendo la importancia del futuro, todo desencadenado por aquel día en que la burbuja se rompió, hecho por demás importante, que ha partido en dos la venda que estaba frente a mis ojos desde hace casi 10 años. En aquel momento pude haber pataleado, ahogarme en llanto y pasar noches de insomnio, sin embargo, no fue así: Muchas cosas se me revelaron en ese momento y lo han seguido haciendo desde entonces, solo sé que ya no veo al mundo como antes, las nubes grises siguen desapareciendo y me han permitido ver lo importante con más brillo.

El mundo que antes giraba en torno a la "ciencia" ha desaparecido y ha dejado al descubierto lo pequeños que son los que se sienten creadores, han mostrado su lado obscuro y han dejado ver los sentimientos y acciones más bajas de las que puede jactarse de cometer un ser humano.

Recuerdo cuando los maestros nos seducían entre las clases, con la misma rutina aprendida por generaciones, hablando sobre lo pobre que es una licenciatura que es brevemente superada por una maestría y al fin digna de enorgullecerse con un doctorado... Lo que pensábamos todos en esos días sobre en que lugar y en que país ibamos a hacer un "posdoc", cuando ni siquiera terminábamos los créditos de la licenciatura, discutiendo si eran más interesantes las algas o la neurobiología, al fin de cuentas ibamos a cambiar el rumbo del conocimiento con los proyectos que nos dieran los tutores. Existía una competencia insana en el tiempo en que cada quien recibiría un nuevo grado y principalmente en demostrar que el artículo que publicaste había impactado a la mejor revista, claro no todo era malo, habían verdaderos amigos con los que platicabamos de todo y nada, cantábamos, compartíamos la misma botella de cerveza y soltábamos las carcajadas que harían rehabilitarse a cualquier amargado. Pero aún después de eso había un retorno a lo mismo, todos parecíamos cargar unos cascos translúcidos que no nos permitían ver el exterior y que además nos identificaban en el mismo grupo, tal vez lo que cambiaba era el color, a eso me ha gustado llamarle "burbuja". La mía me alejó de muchos seres amados, me dio muchos momentos de dolor, muchas lágrimas y ataques de pánico que han debilitado a mi cuerpo y a mi alma, y aunque la tuve cargando por decisión casi 10 años, hace un par de meses se rompió... Ahora puedo disfrutar del aire frío chocando en mis mejillas, dormir tranquila y sonreír más veces al día, ese velo que me cubría se lo ha llevado lejos el viento...